Hace cincuenta años
se publicó un libro que marca el inicio de
una fecunda reflexión teológica en
el continente africano.
Puede un fenómeno tan complejo como es la
formación de una teología tener una
fecha de nacimiento y celebrar, por consiguiente,
sus correspondientes aniversarios? La respuesta
espontánea sería que no, que una teología
nace y va tomando forma casi imperceptiblemente,
a través de pequeñas aportaciones
que se adentran en campos nuevos. Pero poner una
fecha de nacimiento, por mucho que tenga de arbitrario,
ayuda a tomar conciencia de que esa teología
existe.
La fecha en la que ordinariamente se converge, al
menos en el ámbito católico, es 1956,
año de la publicación en París
del libro Des prétres noirs s'interrogent
(Los sacerdotes negros se preguntan). Lo que estos
sacerdotes (casi todos ellos ampliaban estudios
de teología en Roma) se preguntaban, era
acerca de la posibilidad de expresar la fe cristiana
en categorías filosóficas y culturales
negro-africanas y no en el lenguaje de la teología
occidental recibida de los misioneros.
La pregunta se convirtió en un reto y un
programa que se iría desarrollando en las
décadas posteriores. Las primeras energías
las emplearon en demostrar que una "teología
africana" era posible y legítima, cosa
que no todos daban por descontado. Fue éste
un encendido debate que llenó los años
60. La respuesta afirmativa se fue afianzando y
tomó carta de ciudadanía en otra fecha
importante: la creación en 1977 de la Asociación
Ecuménica de Teólogos Africanos (AOTA).
La teología africana nació en el contexto
de la lucha por la independencia frente a unos poderes
coloniales que no sólo ha¬bían
negado la libertad política, sino que habían
intentado matar la identidad cultural. De ahí
que sus primeras manifestaciones tuvieran un fuerte
carácter polémico anti-occidental,
sin ahorrar críticas a la teología
llevada por los misioneros y las instituciones de
la Iglesia. A veces se convirtió en un canto
un tanto ingenuo a los valores religiosos y culturales
africanos.
Alguien acusó a esta primera teología
de centrarse en el concepto tradicional africano
de Dios, con el peligro de no llegar nunca a afrontar
los puntos específicamente cristianos de
nuestra fe. La acusación podría ser
válida para la teología de los años
60 y 70. Ella se justifica afirmando que, para poder
hablar de los dogmas específicamente cristianos
con categorías culturales africanas, era
previamente necesario reflexionar sobre algo que
los africanos conocían, es decir, la idea
de Dios, para formular con cierta claridad esas
categorías.
A partir de los años 80, sin embargo, la
teología africana dio un notable giro en
dos puntos fundamentales. Primero, se hizo más
crítica respecto a la propia cultura; y,
bajo la influencia de la teología latinoamericana
de la liberación, volvió la vista
a los males concretos que afligen actualmente al
continente. Segundo, del tema de Dios pasó
decididamente al de Cristo, con un planteamiento
tan sencillo como profundo: Lo mismo que los primeros
cristianos se preguntaron quién era Jesús
y respondieron dándole títulos como
"Señor" (Kyrios) o "Salvador",
los africanos deberán llamarlo con nombres
que resulten inteligibles a sus propias categorías
culturales. Títulos como "Proto-Antepasado",
"Sanador", "Jefe"... han sido
desde entonces objeto de una profunda reflexión.
Son conceptos con los que el cristiano occidental
no está familiarizado, pero que tienen un
gran poder evocativo en la cultura africana y pueden
ayudarla a comprender mejor la figura de Jesús.
Así como se pueden enumerar los frutos de
estos cincuenta años de teología africana,
tampoco faltan puntos débiles que señalar.
Lo importante es que todos los posibles puntos flacos
los han puesto de relieve los mismos africanos.
Y ésa es una extraordinaria señal
de madurez.
La teología africana ha contribuido notablemente
al enriquecimiento del pensamiento cristiano, entre
otras cosas, porque le ha obligado a reflexionar
a fondo sobre la necesidad de una inculturación
del cristianismo en los distintos pueblos, abriendo
espacios para la expresión de la única
fe cristiana en categorías culturales distintas
de la clásica teología occidental.
Desafíos hacia el futuro no faltan, en especial
los provenientes de los llamados "nuevos movimientos
religiosos" de carácter pentecostal,
importados del exterior. Su estilo emotivo y la
preeminencia dada a la dimensión curativa
parecen entroncar muy bien con la tradición
africana y ser un correctivo al carácter
más bien frío y formalista de las
Iglesias históricas. Pero no se debe olvidar
que estos movimientos tienen su origen en el fundamentalismo
bíblico y que no prestan ninguna atención
a las culturas locales. Son, de hecho, una de las
expresiones más típicas del actual
fenómeno globalizante que todo lo pinta del
mismo color.
Juan González Núñez mccj
Etiopía
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